lunes, 30 de marzo de 2009

Padre Nuestro


PADRE NUESTRO


Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras deudas,
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.




PATER NOSTER

Pater noster,
qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua,
sicut in caelo et in terra.

Panem nostrum quotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem,
sed libera nos a malo.
Amen.





Ave María

Ave María


Dios te salve María, llena eres de gracia
el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la ahora de nuestra muerte.
Amén



Ave Maria, gratia plena,
Dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc, et in hora mortis nostræ.
Amen







jueves, 26 de marzo de 2009

El Ángelus: oración en honor del misterio de la Encarnación


El Ángelus


El Ángelus, devoción de origen franciscano, es «Oración en honor del misterio de la Encarnación», y hace una síntesis admirable del mismo, de las personas que intervienen en tan gran acontecimiento y de la misión o actitud de cada una de ellas, con palabras tomadas del mismo Evangelio.

En su extremada brevedad, ofrece materia sólida a la vez que asequible para la meditación cotidiana del creyente.

San Lucas refiere que el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Luego añadió: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.»

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le aclaró: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Días después, María fue a casa de Zacarías y saludó a Isabel, la cual exclamó: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno» (cf. Lc 1,26ss). A modo de conclusión, San Juan añade en el prólogo de su Evangelio: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14).

V. El Ángel del Señor anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María... Santa María...

V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María... Santa María...

V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María... Santa María...

V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.
Oremos:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.


ÁNGELUS DOMINI

V. Ángelus Dómini nuntiávit Maríae.
R. Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave María.

V. Ecce ancílla Dómini.
R. Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave María.

V. Et Verbum caro factum est.
R. Et habitávit in nobis.
Ave María.

V. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.
R. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.
Orémus:
Grátiam tuam, quaésumus, Dómine, méntibus nostris infúnde: ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui Incarnatiónem cognóvimus, per Passiónem ejus et Crucem ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.
R. Amen.




REGINA COELI

Durante el tiempo pascual, en lugar del Ángelus, se dice el Regina coeli:

V. Reina del cielo, alégrate.
R. Aleluya.

V. Porque el Señor, a quien mereciste llevar.
R. Aleluya.

V. Ha resucitado, como lo había dicho.
R. Aleluya.

V. Ruega al Señor por nosotros.
R. Aleluya.

V. Goza y alégrate, Virgen María. Aleluya.
R. Porque verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.


A Sabbato Sancto in meridie usque ad meridiem sabbati post Pentecosten inclusive dicitur:

V. Regína coeli, laetáre.
R. Allelúja.

V. Quia quem meruísti portáre.
R. Allelúja.

V. Resurréxit, sicut dixit.
R. Allelúja.

V. Ora pro nobis Deum.
R. Allelúja.

V. Gaude et laetáre, Virgo María. Allelúja.
R. Quia surréxit Dóminus vere. Allelúja.

Orémus:
Deus, qui per resurrectiónem Fílii tui Dómini nostri Jesu Christi mundum laetificáre dignátus es: praesta quaésumus ut per ejus Genitrícem Vírginem Maríam perpétuae capiámus gáudia vitae. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.
R. Amen.


El toque y el rezo del Ángelus no existían en tiempo de San Francisco ni fue el Santo quien introdujo esta devoción en la Iglesia, aunque la espiritualidad y piedad que él practicaba y enseñaba era un terreno bien abonado para que florecieran prácticas piadosas como ésta; véanse, por ejemplo, sus Cartas a los Custodios (1CtaCus 8, y 2CtaCus 6) y su Carta a las Autoridades (CtaA 7), donde puede apreciarse un reflejo de la costumbre musulmana de convocar al pueblo a la oración mediante el pregón del muecín desde el alminar de las mezquitas, costumbre que Francisco observó en su viaje a Oriente.

Por cuanto se sabe, fue Fr. Benito de Arezzo quien, hacia el año 1250, introdujo en el convento de Arezzo el Ángelus, haciendo cantar o recitar, a la caída de la tarde, la antífona El Ángel habló a María (Ángelus locutus est Mariae) mientras sonaban las campanas. El Capítulo general celebrado en Asís en 1269, y presidido por San Buenaventura, estableció que los hermanos exhortaran al pueblo a saludar a la Virgen con las palabras del Ángel cuando al atardecer sonara la campana de completas; posteriormente, ya en el siglo XIV, se introdujo el toque y el rezo del Ángelus por la mañana, y luego también al mediodía (cf. Waddingo, Annales Minorum, a. 1269, vol. IV, pág. 331; A. G. Little, en Archivum Franciscanum Historicum 7, 1914, p. 679 y nota 2, con la bibliografía allí citada).



lunes, 23 de marzo de 2009

Oración a la Virgen de Guadalupe - Juan Pablo II

Oración a la Virgen de Guadalupe
Juan Pablo II


Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enseñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma.

Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.



(Juan Pablo II. México, enero de 1979. Visitando su Basilica en su primer viaje al extranjero como Papa)


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